En las primeras horas del 28 de septiembre de 2023, lamentablemente nos dejó una destacada investigadora y querida amiga, la profesora Wanda Quilhot Parra, a la edad de 94 años. Despedimos a nuestra primera presidente de la Sociedad de Botánica de Chile (directorio de 1991) y hasta ahora socia honoraria.
Nacida en 1929 en Concepción, Wanda enfrentó una serie de problemas de salud que la acompañaron a lo largo de su larga y fructífera vida, lo que la mantuvo en reposo durante un prolongado período de su juventud, culminando su educación secundaria cerca de los 24 años de edad. Sin embargo, con una voluntad indomable y una fuerza interior que la caracterizaban, destacó al obtener la mejor calificación en Humanidades con especialización en Biología al completar sus estudios de Pedagogía en Biología y Química en el Instituto Pedagógico de la Facultad de Educación de la Universidad de Chile (actualmente Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación). En 1959, logró el título profesional de Profesora de Estado en Biología y Química.
Durante ese mismo período (1957-1959), desempeñó el papel de ayudante de Hidrobiología en el Instituto de Investigaciones Zoológicas de la Universidad de Chile, bajo la dirección del Profesor Nibaldo Bahamondes. Posteriormente, en 1960, ingresó a la Universidad de Valparaíso (entonces parte de la Universidad de Chile) como ayudante de química en la estación de Biología Marina Montemar.
A lo largo de la década de los años ’60, ocupó diversas funciones como docente en las cátedras de Botánica, Fisiología Vegetal y Farmacognosia. Sin embargo, fue a finales de esa misma década cuando comenzó a perseguir su verdadera pasión, que la mantuvo intelectualmente comprometida hasta bien entrados sus 90 años: el estudio de la química y la diversidad de los líquenes chilenos.
Durante esa época, impulsada por el también destacado Dr. Jorge Redón, inició su periplo en el estudio de la diversidad liquenológica de Chile, incluyendo su biogeografía, conservación, química secundaria, bioindicación y muchos otros aspectos. Dejó un legado considerable en el conocimiento del grupo en Chile, reflejado en su extensa lista de publicaciones, ejerciendo un impacto significativo en aquellos que siguieron sus pasos. Además, Wanda creó su propia escuela al formar un grupo de trabajo multidisciplinario que fomentó la investigación en líquenes.
Fueron afortunados todos aquellos que tuvieron la oportunidad de interactuar con ella y compartir su vasto conocimiento en liquenología. Sentarse en su laboratorio para aprender de ella era un privilegio, al igual que explorar entre sus numerosas cajas de separatas y publicaciones, muchas de ellas regalos firmados por los propios autores. Además, escuchar sus inagotables relatos de viajes y excursiones por todos los rincones de Chile (dudo mucho que haya algún rincón de Chile que no haya visitado), ya fuera persiguiendo sus propios intereses o acompañando a famosos investigadores que visitaron nuestro país en las décadas de los ’80 y ’90, siempre fue una experiencia enriquecedora (y que alargaba alegremente las horas de observación en su querido herbario en la Universidad de Valparaíso).
La figura de Wanda fue tan grande que, en más de una ocasión, colegas de diferentes instituciones en todo el mundo me han ofrecido su gentileza, apoyo y entusiasmo, recordando cómo Wanda siempre estuvo dispuesta a ayudarlos cuando se le solicitaba.
El legado de Wanda perdurará, y su ausencia será profundamente sentida por todos aquellos afortunados que compartieron su laboratorio y vivieron (y vivimos) la aventura de estudiar sus queridos líquenes.